Este es el fin de la jornada...
Reina un silencio en el Cielo, una feliz expectativa, un pequeño respiro lleno de júbilo en reconocimiento del final de la jornada. Pues el Cielo te conoce bien, tal como tú lo conoces a él. Ninguna ilusión se interpone entre tu hermano y tú ahora. No pongas tu atención en el pequeño muro de sombras. El sol se ha elevado por encima de él. ¿Cómo iba a poder una sombra impedir que vieses el sol? De igual modo, las sombras tampoco pueden ocultar de ti la luz en la que a las ilusiones les llega su fin. Todo milagro no es más que el final de una ilusión. Tal fue la jornada; tal su final. Y en la meta de verdad que aceptaste, a todas las ilusiones les llegará su fin.
¿Cuán poderosa puede ser una diminuta pluma ante las inmensas alas de la verdad? ¿Podría acaso oponerse al vuelo de un águila o impedir el avance del verano? ¿Podría interferir en los efectos que el sol veraniego produciría sobre un jardín cubierto de nieve? Ve con cuánta facilidad se puede levantar y transportar este pequeño vestigio para no volver jamás. Despídete de él con alegría, no con pesar, pues de por sí no es nada ni significaba nada cuando la fe que tenías en su protección era mayor. ¿No preferirías darle la bienvenida al cálido sol veraniego en lugar de poner tu atención en un copo de nieve que está derritiéndose, y tiritar pensando en el frío invernal?.
Cap 19, sec. IV Los Obstáculos a la Paz, A. El Primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la Paz