Unámonos en la celebración de la paz
Esta Navidad entrégale al Espíritu Santo todo lo que te hiere. Permítete a ti mismo ser sanado completamente para que puedas unirte a Él en la curación, y celebremos juntos nuestra liberación liberando a todo el mundo junto con nosotros. Inclúyelo todo, pues la liberación es total, y cuando la hayas aceptado junto conmigo la darás junto conmigo. Todo dolor, sacrificio o pequeñez desaparecerá de nuestra relación, que es tan pura como la relación que tenemos con nuestro Padre, y tan poderosa. Todo dolor que se traiga ante nuestra presencia desaparecerá, y sin dolor no puede haber sacrificio. Y allí donde no hay sacrificio, allí está el amor.
En el instante santo se satisface la condición del amor, pues las mentes se unen sin la interferencia del cuerpo, y allí donde hay comunicación hay paz. El Príncipe de la Paz nació para re-establecer la condición del amor, enseñando que la comunicación continúa sin interrupción aunque el cuerpo sea destruido, siempre y cuando no veas al cuerpo como el medio indispensable para la comunicación. Y si entiendes esta lección, te darás cuenta de que sacrificar el cuerpo no es sacrificar nada, y que la comunicación, que es algo que es sólo propio de la mente, no puede ser sacrificada. ¿Dónde está entonces el sacrificio? Nací para enseñar la lección de que el sacrificio no está en ninguna parte y de que el amor está en todas partes, y ésta es la lección que todavía quiero enseñarles a todos mis hermanos. Pues la comunicación lo abarca todo, y en la paz que re-establece, el amor viene por su propia voluntad.
No permitas que la desesperanza opaque la alegría de la Navidad, pues la hora de Cristo no tiene sentido si no va acompañada de alegría. Unámonos en la celebración de la paz, no exigiéndole a nadie ningún sacrificio, pues de esta manera me ofreces el amor que yo te ofrezco. ¿Qué podría hacernos más felices que percibir que no carecemos de nada? Ése es el mensaje de la hora de Cristo, que yo te doy para que tú lo puedas dar y se lo devuelvas al Padre, que me lo dio a mí. Pues en la hora de Cristo se restablece la comunicación, y Él se une a nosotros para celebrar la creación de Su Hijo.
Dios le da las gracias al santo anfitrión que desee recibirle y le deje entrar y morar allí donde Él desea estar. Y al tú darle la bienvenida, Él te acoge en sí Mismo, pues lo que se encuentra en ti que le das la bienvenida, se le devuelve a Él Y nosotros no hacemos sino celebrar Su Plenitud cuando le damos la bienvenida dentro de nosotros. Los que reciben al Padre son uno con Él, al ser los anfitriones de Aquel que los creó. Y al abrirle las puertas, Su recuerdo llega con Él, y así recuerdan la única relación que jamás tuvieron y que jamás querrán tener.
Cap 15, Secc XI