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Lectura del mes

Hay más dicha en dar que en recibir.

Él alumno feliz no puede sentirse culpable por el hecho de tener que aprender. Esto es tan fundamental para el aprendizaje que jamás debiera olvidarse. El alumno que está libre de culpa aprende con facilidad porque sus pensamientos son libres. Esto conlleva, no obstante, el reconocimiento de que la culpabilidad no es la salvación, sino una interferencia que no tiene ningún propósito.

Tal vez estés acostumbrado a utilizar la inocencia simplemente para contrarrestar el dolor de la culpabilidad, y no la ves como algo con valor propio. Crees que la culpabilidad y la inocencia son valiosas, y que cada una representa un escape de lo que la otra no te ofrece. No quieres tener solamente una de ellas, pues sin ambas te consideras a ti mismo incompleto, y, por lo tanto, infeliz. Sin embargo, sólo puedes estar completo en tu inocencia, y sólo en tu inocencia puedes ser feliz. En esto no hay conflicto. Desear de algún modo la culpabilidad, en cualquier forma que sea, hará que dejes de apreciar el valor de tu inocencia y que no la puedas ver.

No puedes establecer ningún acuerdo con la culpabilidad, y al mismo tiempo escaparte del dolor que sólo la inocencia mitiga. Vivir aquí significa aprender, de la misma manera en que crear es estar en el Cielo. Cada vez que el dolor de la culpabilidad parezca atraerte, recuerda que si sucumbes a él estarás eligiendo en contra de tu felicidad, y no podrás aprender a ser feliz. Con dulzura, por lo tanto, aunque con la convicción que nace del Amor del Padre y de Su Hijo, repite para tus adentros lo siguiente:

Pondré de manifiesto lo que experimente.
Si soy inocente no tengo nada que temer.
Elijo dar testimonio de mi aceptación de la Expiación, no de su rechazo.
Quiero aceptar mi inocencia poniéndola de manifiesto y compartiéndola.
Quiero llevarle paz al Hijo de Dios de parte de su Padre.

Cada día, cada hora y cada minuto, e incluso cada segundo, estás decidiendo entre la crucifixión y la resurrección; entre el ego y el Espíritu Santo. El ego es la elección en favor de la culpabilidad; el Espíritu Santo, la elección en favor de la inocencia. De lo único que dispones es del poder de decisión. Aquello entre lo que puedes elegir ya se ha fijado porque aparte de la verdad y de la ilusión no hay ninguna otra alternativa. Ni la verdad ni la ilusión traspasan los limites de la otra, ya que son alternativas irreconciliables entre sí y ambas no pueden ser verdad. Eres culpable o inocente, prisionero o libre, infeliz o feliz.

Él milagro te enseña que has optado por la inocencia, la libertad y la dicha. El milagro no es causa sino efecto. Es el resultado natural de haber elegido acertadamente, y da testimonio de tu felicidad, la cual procede de haber elegido estar libre de toda culpa. Todo aquel a quien ofreces curación, te la devuelve. Todo aquel a quien ofreces ataque lo conserva y lo atesora guardándote rencor por ello. El que te guarde rencor o no es irrelevante: tú creerás que lo hace. Es imposible ofrecerle a otro lo que no deseas sin recibir esta sanción. El costo de dar es recibir. Recibirás o bien una sanción que te hará sufrir, o bien la feliz adquisición de un preciado tesoro.

Capítulo 14. Seccion III. La decision en favor de la inocencia.

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