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Emails de lecciones

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Lectura del mes

Manten la lampara encendida o alerta
sólo en favor de Dios y de Su Reino

La visión de Cristo es el don del Espíritu Santo, la alternativa que Dios nos ha dado contra la ilusión de la separación y la creencia en la realidad del pecado, la culpabilidad y la muerte. Es la única corrección para todos los errores de percepción: la reconciliación de los aparentes opuestos en los que se basa este mundo. Su benévola luz muestra todas las cosas desde otro punto de vista, reflejando el sistema de pensamiento que resulta del conocimiento y haciendo que el retorno a Dios no sólo sea posible, sino inevitable. Lo que antes se consideraba una injusticia que alguien cometió contra otro, se convierte ahora en una petición de ayuda y de unión. El pecado, la enfermedad y el ataque se consideran ahora percepciones falsas que claman por el remedio que procede de la ternura y del amor. Las defensas se abandonan porque donde no hay ataque no hay necesidad de ellas. Las necesidades de nuestros hermanos se vuelven las nuestras, porque son nuestros compañeros en la jornada de regreso a Dios. Sin nosotros, ellos perderían el rumbo. Sin ellos, nosotros jamás podríamos encontrar el nuestro.

El Espíritu Santo no te enseña a juzgar a otros porque no quiere que enseñes nada que sea erróneo, y que, de este modo, tú mismo lo aprendas. No sería consistente si te permitiera reforzar lo que debes aprender a evitar. En la mente del pensador, por lo tanto, el Espíritu Santo es enjuiciador, pero sólo a fin de unificar la mente de modo que pueda percibir sin emitir juicios. Esto le permite a la mente enseñar sin emitir juicios y, por consiguiente, aprender a estar libre de ellos. Esta rectificación es necesaria sólo en tu mente, a fin de que dejes de proyectar en lugar de extender. Dios Mismo ha establecido lo que puedes extender con perfecta seguridad. Por lo tanto, la lección del Espíritu Santo reza así:

Manténte alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino.

Elegir a través del Espíritu Santo te conducirá al Reino. Creas mediante tu verdadero ser, pero tienes que aprender a recordar lo que eres. Si permites que en tu mente haya tan sólo lo que Dios puso en ella, la estarás reconociendo tal como Dios la creó. Por lo tanto, la estarás aceptando tal como es. Puesto que tu mente es íntegra, estarás enseñando paz porque creerás en ella. Dios será de todos modos el que dará el paso final por ti, el Espíritu Santo ya te habrá preparado para Dios. Te está preparando para la conversión de tener a ser en virtud de la naturaleza misma de los pasos que tienes que dar con Él.

Aprendes primero que tener se basa en dar, y no en obtener. Luego aprendes que aprendes lo que enseñas, y que quieres aprender a estar en paz. Ésta es la condición necesaria para poder identificarte con el Reino, puesto que es la condición del Reino. Has creído estar fuera del Reino, y, como consecuencia de ello, te has excluido a ti mismo de él en tu pensamiento. Es esencial, por lo tanto, enseñarte que no puedes sino estar incluido en el Reino, y que lo único que debes excluir es la creencia de que no estás incluido en él. El tercer paso, por consiguiente, es un paso de protección para tu mente, pues te permite identificarte sólo con el centro, donde Dios erigió el altar a Sí mismo. Los altares son creencias, pero Dios y Sus creaciones están más allá de toda creencia, ya que están más allá de cualquier duda. La Voz que habla en favor de Dios lo hace únicamente en nombre de las creencias que están más allá de toda duda, lo cual te prepara para llegar a estar libre de dudas. Mientras tu creencia en Dios y Su Reino se vea asaltada por cualquier duda, lo que Él ha logrado perfectamente no será evidente para ti. Por eso es por lo que debes mantenerte alerta en favor de Dios. El ego habla contra Su creación, y, por lo tanto, engendra dudas. No podrás ir más allá de las creencias hasta que no creas plenamente.

La verdad está exenta de ilusiones y, por lo tanto, mora dentro del Reino. Todo lo que está fuera del Reino es ilusorio. Cuando desechaste la verdad te percibiste a ti mismo como desprovisto de ella. Al concebir otro reino al que atribuiste valor, no mantuviste en tu mente sólo el Reino de Dios, y, de esta manera, excluiste parte de tu mente de él. Lo que inventaste ha aprisionado tu voluntad, y ha hecho enfermar a tu mente, que ahora tiene que ser sanada. Mantenerse alerta contra esta enfermedad es la manera de sanarla. Una vez que tu mente haya sanado, irradiará salud, y, de este modo, enseñará lo que es la curación. Esto te consagrará como un maestro que enseña lo mismo que yo. Yo tuve que mantenerme tan alerta como tú tienes que hacerlo ahora, y aquellos que eligen enseñar lo mismo tienen que estar de acuerdo con respecto a lo que creen.

El tercer paso, por lo tanto, es una afirmación de lo que quieres creer, y requiere que estés dispuesto a abandonar todo lo demás. Si sigues al Espíritu Santo, Él te capacitará para que des este paso. Tu vigilancia es señal de que quieres que Él te guíe. La vigilancia requiere esfuerzo, pero sólo hasta que aprendas que el esfuerzo en sí es innecesario. Has realizado enormes esfuerzos por conservar lo que inventaste porque no es verdad. Por lo tanto, ahora tienes que canalizar todos tus esfuerzos contra ello. Sólo esto puede eliminar la necesidad de tener que esforzarte, e invocar al Ser que tienes y que eres. Este reconocimiento no requiere ningún esfuerzo por tu parte, puesto que ya es verdad, ni tampoco necesita protección. Descansa en la perfecta seguridad de Dios. Por lo tanto, la inclusión es total y la creación no tiene limites.

Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. En mí Su creación se santifica y se le garantiza vida eterna. En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. Soy el santo hogar de Dios Mismo. Soy el Cielo donde Su Amor reside. Soy Su santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.

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