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Lectura del mes

Las recompensas de Dios

Todavía tienes muy poca confianza en mí, pero ésta aumentará a medida que recurras más y más a mí - en vez de a tu ego - en busca de consejo. Los resultados te irán convenciendo cada vez más de que ésta es la única elección cuerda que puedes hacer. Nadie que aprenda por experiencia propia que cierta elección le brinda paz y alegría, mientras que otra le precipita al caos y al desastre tiene más necesidad de persuasión. Es más eficaz aprender a base de recompensas que a base de dolor porque el dolor es una ilusión del ego y no puede producir más que un efecto temporal. Las recompensas de Dios, en cambio, se reconocen inmediatamente como eternas. Puesto que este reconocimiento lo haces tú y no el ego, el reconocimiento mismo establece que tú y el ego no podéis ser lo mismo. Tal vez creas que ya has aceptado esto, pero aún no estás convencido de ello en absoluto. Prueba de ello es el hecho de que crees que debes escaparte del ego. Sin embargo, no puedes escaparte de él humillándolo, controlándolo o castigándolo.

El ego y el espíritu no se conocen. Sólo mediante la disociación puede la mente separada mantener vigente la separación. Una vez que ha hecho esto, niega todos los impulsos verdaderamente naturales, no porque el ego sea una cosa separada, sino porque quieres creer que tú lo eres. El ego es un mecanismo para seguir albergando esta creencia, pero sigue siendo únicamente tu decisión de usar tal mecanismo lo que lo perpetúa.

¿Cómo puedes enseñarle a alguien el valor de algo que él mismo ha desechado deliberadamente? Tiene que haberlo desechado porque no le atribuyó ningún valor. Lo único que puedes hacer es mostrarle cuánta infelicidad le causa su ausencia e írselo acercando lentamente para que pueda ver cómo mengua su infortunio según él se aproxima a ello. Esto le enseña a asociar su infelicidad con la ausencia de lo que desechó, y lo opuesto a la infelicidad con su presencia. Comenzará a desearlo gradualmente a medida que cambie de parecer con respecto a su valor. Te estoy enseñando a que asocies la infelicidad con el ego y la felicidad con el espíritu. Tú te has enseñado a ti mismo lo contrario. Sigues siendo libre de elegir, mas a la vista de las recompensas de Dios, ¿puedes realmente desear las recompensas del ego?

De momento, la confianza que yo tengo en ti es mayor que la que tú tienes en mí, pero no siempre será así. Tu misión es muy simple. Se te pide que vivas de tal forma que demuestre que no eres un ego, y yo no me equivoco al elegir los canales de Dios. El Santísimo comparte mi confianza, y acepta mis decisiones con respecto a la Expiación porque mi voluntad nunca está en desacuerdo con la Suya. Dije anteriormente que yo estoy a cargo de la Expiación. Esto es así debido únicamente a que completé mi papel en ella como hombre, y ahora puedo completarla a través de otros. Los canales que he elegido no pueden fallar porque les prestaré mi fortaleza mientras la suya sea insuficiente.

Iré contigo al Santísimo, y mediante mi percepción Él podrá salvar la diminuta brecha. Tu gratitud hacia tu hermano es la única ofrenda que quiero. Yo se la llevaré a Dios por ti, sabiendo que conocer a tu hermano es conocer a Dios. Si le estás agradecido a tu hermano, le estarás agradecido a Dios por lo que Él creó. Mediante tu gratitud podrás llegar a conocer a tu hermano, y un momento de verdadero reconocimiento convierte a todo el mundo en tu hermano porque cada uno de ellos es Hijo de tu Padre. El amor no conquista todas las cosas, pero sí las pone en su debido lugar. Puesto que tú eres el Reino de Dios te puedo conducir de vuelta a tus propias creaciones. Ahora no las reconoces, pero aquello de lo cual te has disociado aún se encuentra ahí.

A medida que te acercas a un hermano te acercas a mí, y a medida que te alejas de él, la distancia entre tú y yo aumenta. La salvación es una empresa de colaboración. No la pueden emprender con éxito aquellos que se desvinculan de la Filiación porque al hacer eso se desvinculan de mí. Dios acudirá a ti sólo en la medida en que se lo ofrezcas a tus hermanos. Aprende primero de ellos, y estarás listo para oír a Dios. Eso se debe a que el Amor sólo tiene una función.

Cap.4 S.VI

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