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Lectura del mes

¡Conoced la verdad y ella os hará libres!

Cualquier cosa en este mundo que creas que es buena o valiosa, o que vale la pena luchar por ella, te puede hacer daño y lo hará. No porque tenga el poder de hacerlo, sino únicamente porque has negado que no es más que una ilusión, y le has otorgado realidad. Y así es real para ti y no algo que no es nada. Y al percibirse como real se le abrieron las puertas al mundo de las ilusiones enfermizas.

Toda creencia en el pecado, en el poder del ataque, en herir y hacer daño, en el sacrificio y en la muerte, ha llegado a ti de esa manera. Pues nadie puede otorgarle realidad a una sola ilusión y escaparse del resto. El Espíritu Santo, que ve donde te encuentras, pero sabe que realmente te encuentras en otra parte, comienza Su lección de simplicidad con la enseñanza fundamental de que la verdad es verdad. Ésta es la lección más difícil que jamás tendrás que aprender y, al fin y al cabo, la única.

La verdad es verdad. Es lo único que importa, lo único que es real y lo único que existe. Permíteme hacer por ti la única distinción que tú no puedes hacer, pero que necesitas aprender. La fe que tienes en lo que no es nada te está engañando. Deposítala en mí, y yo, a mi vez, la depositaré delicadamente en el santo lugar donde le corresponde estar. Allí no encontrarás engaño, sino únicamente la simple verdad. Y la amarás porque la comprenderás.

La verdad no se puede percibir, sino sólo conocerse. Lo percibido adopta muchas formas, pero ninguna de ellas significa nada. Si se lleva ante la verdad, su falta de sentido resulta muy evidente. Pero si se mantiene oculto de la verdad, parece tener sentido y ser real.

El Espíritu Santo te enseña la diferencia que existe entre el dolor y la dicha. Eso es lo mismo que decir que te enseña la diferencia que hay entre estar aprisionado y ser libre. Sus enseñanzas apuntan en una sola dirección y tienen un solo objetivo. Su dirección es la libertad y Su objetivo es Dios.

El Espíritu Santo, no obstante, no puede concebir a Dios sin ti porque no es la Voluntad de Dios estar sin ti. Cuando hayas aprendido que tu voluntad es la de Dios, tu voluntad no dispondrá estar sin Él, tal como Su Voluntad no dispone estar sin ti. Esto es libertad y esto es dicha. Si te niegas esto a ti mismo, le estarás negando a Dios Su Reino, pues para eso fue para lo que Él te creó.

El primer paso correctivo para deshacer el error es darse cuenta, antes que nada, de que todo conflicto es siempre una expresión de miedo. Dite a ti mismo que de alguna manera tienes que haber decidido no amar, ya que de otro modo el miedo no habría podido hacer presa en ti. A partir de ahí, todo el proceso correctivo se reduce a una serie de pasos pragmáticos dentro del proceso más amplio de aceptar que la Expiación es el remedio. Estos pasos pueden resumirse de la siguiente forma:

  • Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentando es miedo.
  • El miedo procede de una falta de amor.
  • El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto.

Todo el mundo experimenta miedo. Sin embargo, no se requeriría más que una pequeña dosis de recto pensar para que uno pudiese darse cuenta de por qué se produce. Son muy pocos los que aprecian el verdadero poder de la mente, y nadie permanece totalmente consciente de él todo el tiempo. No obstante, si esperas librarte del miedo hay algunas cosas que debes comprender, y comprender plenamente…La mente es muy poderosa y jamás pierde su fuerza creativa. Nunca duerme. Está creando continuamente. Es difícil reconocer la oleada de poder que resulta de la combinación de pensamiento y creencia, la cual puede literalmente mover montañas. A primera vista parece arrogante creer que posees tal poder, mas no es ésa la verdadera razón de que no lo creas. Prefieres creer que tus pensamientos no pueden ejercer ninguna influencia real porque de hecho tienes miedo de ellos.

Deshacer el miedo es tu responsabilidad. Cuando pides que se te libere del miedo, estás implicando que no lo es. Deberías pedir, en su lugar, ayuda para cambiar las condiciones que lo suscitaron. Eres demasiado tolerante con las divagaciones de tu mente, y condonas pasivamente sus creaciones falsas. El resultado particular no importa; lo que importa es el error fundamental. La corrección es siempre la misma. Antes de decidir hacer algo, pregúntame si tu elección está de acuerdo con la mía. Si estás seguro de que lo está, no tendrás miedo.

La fuerza para hacer lo que Él te pide procede de una firme resolución por tu parte. Hacer la Voluntad de Dios no produce ninguna tensión una vez que reconoces que Su Voluntad es también la tuya. La lección en este caso es muy sencilla, aunque muy fácil de pasar por alto. Voy, por lo tanto, a repetirla, y te exhorto a que escuches atentamente. Sólo tu mente puede producir miedo. Hace eso cada vez que está en conflicto con respecto a lo que quiere, lo cual inevitablemente produce tensión, ya que existen discrepancias entre lo que quiere y lo que hace al respecto. Eso sólo puede corregirse aceptando un objetivo unificado.

Cuando le enseñas a alguien que la verdad es verdad, lo aprendes con él. Y así aprendes que lo que parecía ser lo más difícil de entender es lo más fácil. Aprende a ser un alumno feliz, pues jamás aprenderás cómo hacer que lo que no es nada sea todo. Pero date cuenta de que ésa ha sido tu meta, y reconoce cuán descabellada ha sido. Si quieres ser un alumno feliz tienes que entregarle al Espíritu Santo todo lo que has aprendido para así desaprenderlo. Y luego empezar a aprender las gozosas lecciones que se suceden rápidamente sobre los sólidos cimientos de que la verdad es verdad. Pues lo que se construye sobre ellos es verdad, y está basado en la verdad. Todo un universo de aprendizaje se revelará ante ti en toda su maravillosa simplicidad. Y puesto que tendrás la verdad ante ti, no desearás volver la vista atrás.

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