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El juicio del Espíritu Santo

Se te ha dicho que no le otorgues realidad al error, y la manera de hacer esto es muy simple. Si deseas creer en el error, tienes que otorgarle realidad porque el error en sí no es real. Mas la verdad es real por derecho propio, y para creer en ella no tienes que hacer nada. Comprende que no reaccionas a nada directamente, sino a tu propia interpretación de ello. Tu interpretación, por lo tanto, se convierte en la justificación de tus reacciones. Por eso es por lo que analizar los motivos de otros es peligroso. Si decides que alguien está realmente tratando de atacarte, abandonarte o esclavizarte, reaccionarás como si realmente lo hubiese hecho, al haberle otorgado realidad a su error. Interpretar el error es conferirle poder, y una vez que haces eso pasas por alto la verdad.

Analizar los motivos del ego es algo muy complicado, muy confuso y nunca se hace sin la participación de tu propio ego. Todo el proceso no es sino un intento inequívoco de demostrar que tienes la capacidad de comprender lo que percibes. Esto lo prueba el hecho de que reaccionas ante tus interpretaciones como si fuesen correctas. Puedes entonces controlar tus reacciones en lo que respecta a tu comportamiento, pero no en lo que respecta a tus emociones. Esto obviamente divide o ataca la integridad de tu mente, poniendo a uno de sus niveles contra otro.

Sólo hay una forma sensata de interpretar motivos. Y por tratarse del juicio del Espíritu Santo, no requiere esfuerzo alguno por tu parte. Todo pensamiento amoroso es verdadero. Todo lo demás es una petición de ayuda y de curación, sea cual sea la forma que adopte. ¿Cómo puede estar justificado r eaccionar con ira ante la súplica de un hermano? Ninguna reacción podría ser apropiada, excepto estar dispuesto a ayudarle, pues eso, y sólo eso, es lo que está pidiendo. Ofrécele cualquier otra cosa, y te estarás arrogando el derecho de atacar su realidad al interpretarla como mejor te parezca.

La única reacción apropiada hacia un hermano es apreciarlo. Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las percibes correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia, Toda sensación de esfuerzo procede de tus intentos de no hacer simplemente eso. ¡Cuán simple es, entonces, el plan de Dios para la salvación! No hay sino una sola manera de reaccionar ante la realidad porque la realidad no suscita conflicto alguno. No hay sino un solo Maestro de la realidad, el Cual entiende lo que ésta es. Este Maestro no cambia de parecer con respecto a la realidad porque la realidad no cambia. Si bien tus interpretaciones de la realidad no tienen sentido en tu estado dividido, las Suyas son por siempre fieles a la verdad. Él te las da porque son para ti. No intentes "ayudar" a un hermano a tu manera, pues no puedes ayudarte a ti mismo. Mas oye sus ruegos que claman por la Ayuda de Dios, y reconocerás de este modo la necesidad que tú mismo tienes del Padre.

Si deseas contemplar el amor, que es la realidad del mundo, ¿qué mejor cosa podrías hacer que reconocer en toda defensa contra él la súplica de amor subyacente? ¿Y de que mejor manera podrías darte cuenta de su realidad que respondiendo a esa súplica dando amor? La interpretación que el Espíritu Santo hace del miedo ciertamente lo desvanece, pues la conciencia de la verdad no se puede negar. De esta manera el Espíritu Santo reemplaza al miedo por el amor y transforma el error en verdad. Y de esta manera aprenderás de Él cómo reemplazar tu sueño de separación por el hecho innegable de la unidad. pues la separación no es otra cosa que la negación de la unión, y si se interpreta correctamente, da testimonio de tu eterno conocimiento de que la unión es verdad.

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